El pasado vive en el presente: réquiem para el derecho a la memoria?
Santiago de Chile, 11 de Agosto de 2010
En este último tiempo, los derechos humanos vuelven a reaparecer en el escenario público -constatando, dicho sea de paso, la imposibilidad de cerrar la discusión o su importancia por decreto-, de la mano de tres situaciones: la primera, los dichos del embajador Otero quien considera que los efectos de la persecución, tortura, relegación o exilio, sólo afectaron a unos pocos chilenos en el pasado.
Como si la negación de los derechos cívico-políticos y sociales al conjunto de los chilenos, no dejase consecuencias en el tejido social de un país que estaba habituado a expresarse y organizarse. Por lo que , aunque uno no hubiese sido detenido, exiliado o relegado, la atmósfera generalizada de vigilancia y represión dejó su marca en todos aquellos que nos tocó vivir en aquellos grises años.
Un segundo hecho, es la sentencia del Juez Solís, respecto a los responsables de la muerte del matrimonio Prats en Buenos Aires. Por qué - se ha preguntado, estimado lector-, hemos debido esperar mas de 30 años para tener la certeza jurídica de quiénes fueron sus ultimadores? Digamos, donde estaba la Justicia que fue incapaz de aclarar el caso antes ¿ Cuál ha sido al respecto el aporte a su esclarecimiento y la posterior reacción de la elite económica, política o militar?. O usted aun le da crédito a los cuentos que señalan el conflicto interno como causante de esas muertes ( así como la del ex canciller O.Letelier -en pleno Washington-; o el atentado al matrimonio Leigthon en Roma )?.
Una tercera situación, se relaciona con el mentado indulto bicentenario. En particular, si deben considerarse en él a responsables de graves violaciones a derechos humanos. Lamentablemente esta es una medida en que se mezclan las buenas intenciones, con algunas promesas de campaña política presidencial, que desnaturalizan su horizonte humanista.
Un indulto unilateral y sin fundamentos que incorpore a violadores a derechos humanos, no contribuirá a una auténtica reconciliación. Para que ella se diera, primero los victimarios tienen que reconocer sus faltas y pedir perdón, al menos, por el daño irreparable que han causado a compatriotas suyos. Al mismo tiempo, está la vía jurídica que resulta muy importante. No puede el país permitirse no hacer verdad y justicia, también en el aspecto jurídico-legal. Sin embargo, la justicia legal no es suficiente. También necesitaríamos el ejercicio de lo que se da en llamar justicia restauradora, esto es, una justicia que asuma el dolor y restaure ante el país, el honor y la dignidad de los que fueron detenidos, torturados, exiliados o desaparecidos. Cuando se habla de gestos “humanitarios” o de bondad, de cara al Bicentenario - y que considere a los violadores de los derechos humanos-, vienen a la memoria y duelen las fotos de Marta Ugarte , profesora, que apareció un día cualquiera -como por milagro-, flotando a orillas de una playa nortina, amarrada a unos pedazos de rieles oxidados, confirmando una sospecha terrible respecto a detenidos lanzados al mar. Vienen a la memoria las imágenes de los restos esparcidos aquí y allá del ex. general Prats y su esposa, en una calle oscurecida de Buenas Aires.
Están en la memoria las imágenes de tantos torturados una vez que - de manera afortunada, entre otras cosas, gracias al accionar valiente y señero del Cardenal Silva Henríquez y la Vicaría de la Solidaridad-, pudieron recuperar su libertad y salir vivos de una experiencia tan humillante y dolorosa.
Una sociedad que quiere vivir en la decencia, no puede permitirse pretender borrar el pasado doloroso; tampoco banalizarlo, excusarlo por el contexto, o jugar al supuesto empate moral. Los escaparates llenos de mercancías, las tarjetas de créditos, la impunidad programada , apuntalan la reproducción social de indiferencia moral, terreno siempre fértil para la eventual repetición de aquellos terribles sucesos. Cómo entonces tenemos que educar y auto-educarnos en cuanto sociedad después de Isla Dawson, Villa Grimaldi, Tres y Cuatro Álamos, Londres 38 y otras expresiones similares ?. Servirá a ese urgente objetivo para renovar nuestra cultura política pública, un indulto particular o general a violadores de los derechos humanos?
Por todo aquello no puede pasarse por alto la necesidad de un permanente y plural cultivo del derecho a la memoria. Hacerlo, sería ofender nuevamente la conciencia y el dolor de cientos de compatriotas que, desde distintas visiones de mundo, perdieron sus vidas, o quedaron con sus vidas dañadas para siempre, en aras de recuperar para todos el ejercicio de libertades y derechos confiscados. Aun, siguiendo a W. Benjamín, estamos en deuda con esas generaciones. No podemos olvidar las sentidas palabras del poeta: ” fueron arrojados/llueven/ asombrosas cosechas de hombres caen para alimentos de los peces en el mar/Viviana oye llover tierras santas/ oye a su hijo caer como una nube sobre la cruz despejada del pacífico”;
Por Prof.Dr.Pablo Salvat Bologna
Director Magíster Ética social y Desarrollo humano/Depto Ciencia Politica y RRII, Universidad A.Hurtado
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